junio 24, 2009

llegaron los goles


Viene Cecilia, mi hermana, a la cocina y me dice: Te llegó un paquete de Argentina. Se trata de un sobre grande, de esos de envío aéreo. Es la hora de la cena, luego de un día agotador, como han sido todos desde hace ya varios meses. Dentro de un par de días será mi cumpleaños, asumo que la autora intelectual del supuesto paquete de Argentina no es otra que mi hermana Cecilia. Sin darle gran importancia, lo dejo encima de la barra, junto al frutero.  Ábrelo, insiste ella, sospechosamente. Pero yo ni me inmuto, mi pensamiento sigue en otro lado, concluyo que dentro del sobre hay una playera, que lo de Argentina es nomás una broma. Le respondo: Al rato. Vuelve Cecilia a insistir. De manera que no me hago más de rogar, venga, y procedo. La emoción que se me agolpa dentro es aparatosa. Un nudo en la garganta. Apenas alcanzo a pronunciar una leperada, la repito muchas veces, como un disco rayado. Lloro. Mi hermana me contempla a un metro de distancia. Largo encuentro esperado: abrazo los cuatro títulos de Osvaldo Soriano. ¡No mames! Seré un sentimental, y qué, vuelvo a llorar. Hay regalos que nunca se olvidan. El Quijote en cuatro tomos del año pasado. Los textos del Gordo que este año, en efecto, vinieron desde el sur de nuestro continente. Cecilia sonríe cuando escucha mi comentario final: Sé que lo dije el año anterior pero, otra vez, este es el mejor regalo de cumpleaños de mi vida.


Gracias, Andrés, amigo, maestro de la media cancha. Por la bellísima gambeta y el servicio exacto al centro del área. Gracias siempre. Damas y caballeros: llegaron los goles.



Ciudad de México. Junio, 2009.