diciembre 13, 2010

¡este espacio se raya! damas y caballeros, colaboración de lujo: alfredo lèal está en la casa.

Diciembre 13, 2010:
EL FINAL DE LA INOCENCIA.
Para mi amigo, alfredo lèal.

Decidí que no me interesa más el fútbol profesional. Fue como una revelación. Epifanía, dicen. Escuché un anuncio publicitario en el radio, que ofertaba préstamos monetarios para que los papás pudieran cumplir a sus hijitas el sueño de toda una vida: organizar su fiesta de quince años. Sonreí, sin darle mayor importancia. Un par de días después fui a hacer una grabación. Coincidentemente, el personaje que entonces interpreté, explicaba que en México a las chicas los papás les festejan su fiesta de quince años porque es una tradición añeja: presentar a la quinceañera en sociedad. ¡Juar!, me reí tanto. Cuando salí de ahí, caminé un buen trecho, volví a pensar en el asunto. Se me figuraba muy graciosa la imagen: Yo, vestido de traje, con la corbata toda chueca, dando mi discurso frente a un montón de invitados borrachotes, las copas de sidra barata en lo alto, haciendo la presentación oficial de mi hija en sociedad, su mamá con los ojos llorosos, la chiquitina orgullosa, con su vestido ampón, blanco, como debe ser. Nueva carcajada sonora, ahora en mitad de la calle. Y fue ahí mismo que lo miré todo tan clarito: al fútbol también lo aprehendí, como a tantas otras cosas ahora inútiles para mí, sin preguntar nunca, por pura inercia, al arropo de una familia típica de clase media. Religión, matrimonio, música barata, televisión, machismo, doble moral, lazos sanguíneos, fiesta de quince años. De manera que pensé: Si hace tanto que vengo desechando toda esa basura, por qué seguir entonces en la terquedad, defendiendo una ilusión ridícula, que desde el principio careció de bases sólidas. No me refiero a mi legítima afición por el fútbol. Cualquiera que lo haya jugado sabrá que nada hay más lindo en el mundo que el momento de salir corriendo, luego de patear la pelota y mirarla cruzar la meta contraria, a celebrar con los compañeros. O en el caso de los inconformes naturales, como es el mío, que preferimos la posición del arquero-suicida, nada como dar un manotazo que impida al equipo rival precisamente alcanzar la gloria máxima: la consecución del gol. Hace mucho me quedó claro, eso sí, que el fútbol profesional es un negocio privado, que el llamado Equipo de Todos en realidad pertenece nomás a unos cuantos, los meros dueños de la pelota, no a mí. Desde hace mucho entendí que una oncena de jóvenes vestidos de verde bajo ningún concepto representa lo que yo soy. Sin embargo, allí seguía yo, encendiendo el televisor a la hora de los partidos importantes. Ya no, no me interesa más. Porque, como siempre digo, si hay dos cosas que de veras me molestan en la vida, esas son: que me mientan y que quieran pintarme la cara. Dejé que esos hijos de puta, los dueños del balón, lo hicieran durante casi cuatro décadas. No más. De acá en lo sucesivo, cuando quiera ver un partido bonito, me bastará con detener el automóvil alguna noche frente a la canchita del deportivo popular que está a dos cuadras de mi casa y quedarme allí a mirar un rato. Seguro entonces volveré a sonreír con la misma dicha de antes, aquella de cuando todavía era un niño y, yo también, pateaba con toda la fuerza de mi corazón una pelota de fútbol.


Diciembre 16, 2010:
LA FIESTA DEL INTELECTO.

Jos,
"La crítica literaria", según Steiner, "debería nacer de una deuda de amor". Creo que sus palabras pueden hacerse extensivas para todo tipo de crítica. Y que tu texto sobre la pérdida de la inocencia lo demuestra claramente. En el fondo no es del fútbol de pantalón largo o institucionalizado de lo que te estás desprendiendo, es decir, entiendo el sentido práctico que tiene tu escrito pero no creo que sea solamente que ahora gozarás del fútbol esencialmente, en las canchas de la colonia, en el recuerdo y en los cuentos de Soriano. Creo que ni siquiera te puedes despedir de algo que nunca te interesó: te conozco lo suficientemente bien como para afirmar que, si prendías la televisión cada que había un partido "importante" (y acá yo te preguntaría, ¿no son los partidos, todos, importantes, en el sentido en que tienen que ganarse?, ¿esa diferencia entre los partidos "importantes" de la así llamada Selección Nacional no es una imposición de los medios?). No sé si recuerdes un texto mío sobre el fútbol en el que hablaba de la importancia del instante. Lo que quiero decir es que a ti lo que te importaba era el fútbol en esencia: ganar, jugar mejor que el otro, partirse el brazo y el tobillo en la cancha. No creo, pues, que viendo los partidos por televisión te dejaras envolver por todas esas banalidades que se desarrollan entre partido y partido, que si tal se va a Eurpoa, que si tal otro tuvo problemas porque declaró que odia a los salvadoreños, etc. Creo que encendías el televisor para ver lo mismo que esperas ver en la cancha de la esquina. La diferencia, lo que tú denominas como "pérdida de la inocencia" es que sabes que detrás de esos partidos televisados, detrás de ese Argentina vs Ingralterra hay dinero, hay empresas y representantes que quieren que Messi anote un par de goles para vender más bebidas energetizantes con su imagen. No obstante, ¿es "pura" la forma en que se juega en el barrio?, ¿se puede afirmar, poniendo las manos al fuego, que no hay algo detrás de esos partidos? El problema, amigo mío, es que seguimos siendo máscaras que esconden intenciones, personas, a saber, personificaciones de una idea. El fútbol no es sino una de las tantas facetas que nos conforman como individuos hipócritas. Si lo dejas está muy bien por ti. Es como dejar de tomar o dejar el cigarro. Y no lo digo con mala leche. Tu texto me conmovió en verdad. Lo único que digo es que aquéllo de lo que te desprendes es de esa hipocresía, de esa persona. Eso es verdaderamente rescatable. Te admiro. Yo seguiré mirando los partidos del Chelsea, del Real Madrid, del Inter, de River, de mi América, los seguiré viendo a pesar de todo porque, aunque tenga muchas críticas que hacerles a todos esos equipos, en el fondo sé que todas ellas nacen de una deuda de amor. Alguna vez Ceci Gómez me decía, a propósito de su afición dual por los Pumas y el Cruz Azul, que todo amor tiene algo de irracional. Creo que es cierto. Reflexiones como la que tú haces sobre el fútbol están bien para la fiesta del intelecto. El resto es, como lo que nos conforma generalmente, una bacanal.

salut,
a. lèal