Participar en Radio UNAM ha sido una de las experiencias más bellas de mi vida profesional. Siendo un adolescente, desde la época de la preparatoria, ya soñaba con ser locutor de radio. Por supuesto tuve a mis héroes y crecí siguiendo sus pasos. Sus voces, mejor dicho. Varios años después, nuestra entrañable Radio UNAM me dio la oportunidad de acceder a un micrófono, la preciosa posibilidad de estar en contacto con una inimaginable cantidad de personas a quienes muy probablemente jamás conoceré pero que, durante todos los sábados de los últimos cuatro años y medio, se convirtieron en una parte esencial de mi vida, un motivo poderoso para levantarme muy temprano, antes de que el sol saliera, y venir a la cabina con una sonrisa en la cara y un montón de ilusiones en los bolsillos del pantalón.
Mucho, mucho que agradecer, a propósito de esta etapa próxima a concluir. En estricto orden cronológico: A mi mamá, María Cristina. A Cecilia, Alejandra, Jassivee. A Elena. A mi querido amigo, y productor de excepción, Démian Cobo. A mi amiga hermosa, gran actriz, Laura Torres. A Teresa Castillo, colega y amiga. A Nashrú López, gitana-huracán. A Cristina Urías, escúchenla, de lunes a viernes a partir de las 18:00 horas, por esta misma estación. A Diego Ibáñez, genio. A la prodigiosa Margarita Castillo. Al siempre atento Vladimir Ilich. A Emiliano López Razcón, hombre de radio. Al maestro Fernando Chamizo Guerrero, cuyo apellido, más que identidad, es definición cabal.
El espacio de los sábados en Radio UNAM lo hicimos, juntos: La señora Rita. El señor Vicente. El señor Emmanuel Silva. El señor Crescencio Suárez. El señor Arturo González. El señor José de Jesús Silva. El señor Juan Carlos Osornio. El señor Genaro Quijas. Mi amigo y tocayo, José. Y su charro negro de ocasión.
La mañana de un sábado, la semilla fue sembrada. Luego se convirtió en una planta muy linda, frondosa, de la cual, con vuestra venia, ahora me llevo unas cuantas flores para el camino. Las demás son todas para ustedes, los principales participantes de esta aventura, nuestros amables radioescuchas. Porque la radio es un ejercicio de comunicación como no hay otro. La radio es hondas hertzianas. Pero también es magia. La radio, antes que con cualquier otra cosa, se hace con el corazón. Sigan en sintonía con el 96.1 de su F.M. Para oír un mundo nuevo, para ir a un mundo nuevo. Ahora sí, damas y caballeros, adiós.